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Hay mujeres que amamantan la esperanza

Por Ingrid Storgen, ANNCOL

Marinelli Hernández Orozco, conocida al interior de la organización FARC-EP como Rubiela, cumple condena en el Complejo Penitenciario de Picalena en Ibague, Colombia.

Acusada de ser terrorista, según las leyes de un Estado Terrorista, fue sometida a tres juicios, procesada en dos aunque luego repitieron la misma dosis que en los anteriores juicios para legitimizar la condena que se le impone; cadena perpetua.

En el marco del Encuentro por la Libertad de los Prisioneros y Prisioneras Políticos en Colombia, hizo llegar su saludo y su posicionamiento como prisionera, frente al espanto que padece. No hubo temblor en su voz cuando declaró su ruptura con el Estado Terrorista, tampoco lo hubo cuando contó del asesinato de su padre.

La voz suave pero firme de Marinelli, demuestra que la cárcel y la aberración de un proceso amañado, ejecutado desde las vísceras de un Estado que descarga su esencia terrorista sobre los luchadores populares, no ha quebrado sus sueños, ni ha podido cortar sus alas.

Las mujeres guerrilleras, que constituyen casi 40 por ciento de los combatientes, no se descuidan.

Nada, ni la injusticia más atroz detuvo el vuelo de su sentimiento porque ella sabe que hay otra Colombia posible y que su participación, dentro de las filas guerrilleras, ha sido la respuesta al odio encarnizado que se ensartó, como puñal ensangrentado, sobre la geografía de la patria.

Marinelli habla y se dirige al pueblo colombiano, al Estado Mayor de las FARC-EP, a su Secretariado, a la Guerrillerada que combate por la Nueva Colombia.

Lo hizo con la dulzura firme de una mujer que sabe que otro mundo es posible y que su patria está harta de tantas muertes, pobreza y abandono.

Ella vive amamantando la esperanza en las tinieblas de una cárcel donde los pobres pagan su condena cuando sus pasos traspasan las barreras del odio.

Guerrilleros de las FARC-EP, prisioneros de Guerra en las cárceles colombianas.